El corte de Dios: la guerra nuclear
El corte de Dios: la guerra nuclear
Felipe Pérez Martí
22 de Octubre de 2022.
Artículo de referencia sobre la inminencia de la guerra nuclear, y qué viene luego:
Hola, todos. Les paso estas reflexiones sobre al evangelio de hoy, citado abajo, a ver qué les parecen. Aunque hablaré del corte, la guerra, terminaré con una nota buena: la cuasi-restauración del Paraíso perdido por el pecado de Adán y Eva.
Primero, para entender la noción de pecado debemos tener en cuenta de que es algo que ofende a Dios. Mucha gente se queda en esto y no profundiza, como debe ser. ¿Por qué se ofende Dios cuando cometemos un pecado? Porque nos hace daño.
Cuando uno se toma un veneno, comete pecado. ¿Por qué? Porque se hace daño. Por eso es que a Dios no le gusta. Es porque nos ama infinitamente y no quiere que nos pase nada malo.
Hay unas leyes (unos “mandamientos”) que Él estableció, para nuestro bien. Y si las transgredimos, nos hacemos daño. Y por eso él no se siente feliz. Las leyes son de tres tipos: naturales, sociales y espirituales. Tomemos en cuenta que no es que Dios nos castiga, sino que nosotros mismos nos hacemos daño. Ahí está el castigo: es auto-infligido.
Tomemos ejemplos del mundo de hoy, y cómo va por el camino de la perdición, de la auto-destrucción, que no hace feliz a Dios, claro, por lo dicho.
Empecemos por la transgresión de las leyes naturales. En primer lugar, supongamos que una persona come mucho dulce o mucha grasa, muchos carbohidratos. Entonces engorda, sus venas se obstruyen y su presión arterial aumenta. La probabilidad de muerte temprana aumenta tremendamente, por ejemplo por infarto al miocardio. O por muchas otras causas, porque la obesidad es un factor que influye en muchos males de salud.
Supongamos que una persona bebe mucho alcohol. De manera similar, se perjudica, y puede morir por cirrosis hepática.
Fijémonos que en los dos ejemplos, el exceso respectivo produce “felicidad”. Pero falsa, pues te lleva a la muerte, pasando por enfermedades en el ínterin. Sufrimiento.
La sociedad de hoy nos lleva a excesos en esas materias. Con la propaganda para consumir dulces y alcohol.
Es bueno mencionar otro ejemplo en materia de leyes naturales, relacionado con las leyes sociales. El tema del sexo. La ley natural es que el sexo es una actividad que permite la reproducción. Si practicamos el sexo para obtener felicidad solamente, caemos en excesos también. Y nos perjudica. Por ejemplo, el gran problema de los adolescentes ahorita es que es la pasan viendo pornografía.
Caen así en una adicción. ¿Hace falta mencionar las consecuencias negativas para la persona de esa adicción? En realidad son obvias y esperables, pues trae consigo muchos otros problemas, como las perversiones. El sexo entre del mismo sexo, por lo tanto sin fines reproductivos. O los conflictos entre parejas porque en vez de buscar reproducción con la esposa, se practica con otras mujeres, por placer.
¿Qué pasa en estos casos? Muchas cosas que nos perjudican, como el caso del general de división que acaba de matar a su esposa porque le vio en el celular mensajes de sexo con otro hombre. Y se suicidó luego. Y los dos hijos, adolescentes, quedan sin padres.
Pero nuestra sociedad estimula a cada rato la noción de “disfrutar” del sexo, con fines de propaganda para vender un producto, por ejemplo.
Y así muchos más ejemplos. En vez de seguir las leyes de Dios, que sí que nos hacen felices realmente, las transgredimos y terminamos perjudicados. Dios no se ofende porque seamos felices. Sino porque no somos realmente felices.
Lo mismo pasa con las leyes sociales. La explotación de unos por otros es un pecado, porque termina perjudicándonos, aunque en el momento, el explotador es “feliz”. La injusticia nos perjudica, aunque el que la comete es “feliz” en el momento. Lo mismo en materia d e engaño y manipulación política.
Cualquier daño que nos hagamos, sea personal o social, es fruto del pecado interpretado como lo he dicho, si lo pensamos bien. Por ejemplo, los dos ejemplos d el evangelio. El derrumbe del muro de Siloé, y la matanza en el templo. Son pecados sociales. Sabemos que lo del muro se debió a mal diseño adrede, de parte de Herodes, en relación de amor y odio con Pilatos. Lo segundo se debió a Pilatos. Dos gobernantes malignos. Herodes, rey sátrapa judío. El segundo, regente romano, dominador imperial de Israel. El “castigo” es de nuevo auto-infligido, pero como sociedad. Los males se acumulan, tanto familiares como sociales, y sobre eso es bueno hablar en otra ocasión, pues son pecados que marcan a las personas y a las sociedades. Y si queremos sanar por completo, debemos sanar no solo los pecados de hoy, sino de antes.
Volviendo al pecado social, es como en el caso nuestro, en Venezuela y todos los países del mundo, prácticamente: hay poderosos locales y poderosos globales. Los dos actúan mal, y el pueblo muere. No es por pecado del pueblo, sino por pecado de los poderosos.
En el mundo está pasando así como un todo. Gobernantes malos a nivel local, aliados y/o en pugna con los poderes globales. Los pecados se han acumulado y también extendido, esta vez a nivel planetario.
De hecho, el primer pecado, que hizo a Eva “feliz” fue darse el lujo de hacer algo opuesto a lo que Dios le había mandado. “Disfrutó” comiendo de la fruta prohibida por Dios. Pero se perjudicó, porque transgredió la norma más importante en lo espiritual: rendir tributo a Dios. Amar a Dios sobre todas las cosas. No al ego, como en este caso. Satanás fue quien la tentó, por cierto. La otra ley espiritual es amar al próximo como a sí mismo. Que tiene que ver con la primera, claro. Pues si amas a Dios, no puedes dejar de amar a tu prójimo, pues Dios lo ama, como a ti.
La transgresión más grande a la ley espiritual por excelencia, el culto al ego, esa invención de Satanás, nos ha llevado a la perdición y al abismo. Es lo que estimula nuestra sociedad.
Y es fruto del maligno también, pues está metido hasta en la sopa en todos nuestros asuntos. Al tal punto, que es el jefe del Estado Profundo, el imperio de ahora, que ha tomado a su mando más y más países, el más reciente Estados Unidos, donde puso un títere, Joe Biden, después de un mega-fraude electoral contra Trump, que está promoviendo adrede la guerra nuclear. Por tanto, es el pecado el que nos está llevando a la auto-destrucción, pues estamos al borde del abismo como especie y como mundo: al borde de una guerra nuclear devastadora. Es el corte, esta vez a nivel de toda la humanidad, de que habla el evangelio. Y es auto-infligido, como hemos visto.
Traigamos a colación ahora, para ilustrar bien el tema y en lazar la historia de largo aliento de la humanidad, pensando en los inicios y el desenlace, que el diablo hizo lo que hizo con Eva no para ayudarla, sino para perderla. La transgresión de las leyes de Dios las estimula el diablo para matarnos, al fin y al cabo.
¿Qué nos pide Jesús en el evangelio? Que nos arrepintamos y nos convirtamos y lo amemos. Que sigamos Sus leyes de ahora en adelante. De hecho, no estábamos dando frutos, como la higuera del evangelio. Pero vino Jesús a su pueblo, Israel y ahora el mundo entero, a regarnos, a enseñarnos. Para que Dios nos diera un chance y no cortarnos.
Pues bien. Muchos no hemos escuchado el llamado a la conversión. No hemos dado fruto incluso luego de que Jesús nos regó, nos cuidó. Viene un gran corte de la higuera.
Y viene una restitución del Edén, para la gente que se convierta. Es de lo que he estado hablando: El Aviso, el Castigo (auto-infligido, recordemos), los Refugios, los Tres Días de Oscuridad, y la Era de Paz, liderada por los jóvenes del mundo, la esperanza del mañana.
Anexo el evangelio:
EVANGELIO DEL DÍA SÁBADO 22 DE OCTUBRE DEL 2022
Lucas 13,1-9: “En una ocasión, algunos le contaron a Jesús una matanza de galileos. Pilato los había hecho matar en el Templo, mezclando su sangre con la sangre de sus sacrificios. Jesús les replicó: «¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás porque corrieron semejante suerte? Yo les digo que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, perecerán del mismo modo. Y aquellas dieciocho personas que quedaron aplastadas cuando la torre de Siloé se derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Yo les aseguro que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, todos perecerán de igual modo.» Jesús continuó con esta comparación: «Un hombre tenía una higuera que crecía en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló. Dijo entonces al viñador: «Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra inútilmente?» El viñador contestó: «Señor, déjala un año más y mientras tanto cavaré alrededor y le echaré abono. Puede ser que así dé fruto en adelante y, si no, la cortas.»