La Vía Solidaria
La vía solidaria
Si quisiéramos diseñar un modelo de sociedad, que incluya lo económico, lo político, lo social y lo espiritual, cuál sería la propuesta óptima? Aquí adelanto la nuestra. Es una combinación de tres mecanismos básicos: mercado, estado, y altruismo. Hemos oído de “la tercera vía”, que combina mercado y estado. Pero a esa propuesta le falta el mecanismo principal, como diré, relacionado con el altruismo, pero también con la justicia social. La combinación de los mecanismos tiene su balance en cada contexto histórico concreto, pero depende bastante de las políticas públicas y de las tendencias evolutivas que resultan de las fuerzas económicas, políticas y sociales presentes. Pero hay una clara tendencia de largo plazo que favorece el peso del mecanismo altruista en ese balance, como veremos.
La mano invisible del mercado
Hemos sido testigos en Venezuela de una suerte de exceso de estado: demasiados controles, empleados públicos, expropiaciones y empresas del estado. El resultado está a nuestra vista: un desastre completo. Y ha ocurrido en todos los sitios donde se ha experimentado con ese desbalance en favor del estado que amarra la creatividad y la libertad individual, con el agravante nuestro de la maldición de la abundancia petrolera mal administrada. Se nos ha dicho, como contraste, que el mercado, por sí solo, sería lo ideal. Y que contamos con un teorema que lo demuestra: el de la mano invisible, formulado hace más de doscientos años por Adam Smith. El teorema es cierto, de hecho, y fue probado matemáticamente en los años 50 del siglo pasado por Arrow y Debreu. Y dice que dada una asignación inicial de riqueza para cada quien, si ellos toman sus decisiones de producción y consumo guiados por un sistema de precios que se forma por la interacción de todos los participantes, la asignación final a la que se llega es eficiente. Esta eficiencia, llamada de Pareto, significa que es imposible cambiar los niveles productivos, los trabajos realizados por cada quien, y los bienes y servicios que al final cada quien disfruta, sin que se perjudique a alguien. Es como si se hubiera llegado a lo mejor posible para todos, dados los recursos disponibles en esa sociedad, y las habilidades de cada quien, tomando en cuenta los deseos, la libertad de escogencia, de los individuos en esa sociedad. Si viene el estado a decir que hay que controlar los precios (que incluyen el tipo de cambio), expropiar empresas y emplear gente para producir, entonces quizá mejora alguien, pero a costa de perjudicar a alguien más. De hecho, con frecuencia desmejora todo el mundo, como han argumentado dos de los defensores a ultranza de ese mecanismo, Hayek y Von Mises.
Sus fallas
Lo que pasa es que ese mecanismo tiene muchas fallas, como quedó claro cuando se probó el teorema. Se trata de que los supuestos del teorema “fallan” en la realidad: no ocurren. Y por tanto la conclusión no se sigue en la práctica. Entre ellas están la falla de poder de mercado (los precios pueden ser alterados hasta cierto punto por los monopolios y oligopolios, y por tanto no hay “competencia perfecta”); la de información asimétrica (algunos individuos saben más de los precios y los productos que otros, como los mecánicos de los carros, los médicos de los pacientes, los trabajadores del esfuerzo que hacen); la de mercados incompletos (no todo bien tiene un mercado, en particular los bienes futuros, en cada contingencia posible); la de bienes públicos por naturaleza (como el conocimiento, la defensa); la de las externalidades (como la contaminación ambiental); la de racionalidad acotada e información incompleta (no todos los individuos ven todos los precios, incluidos los futuros en la incertidumbre, al tomar las decisiones, que no son siempre lógicas, digamos); y la de equilibrios múltiples (que dependen de lo que la gente crea, por ejemplo, por lo que debe coordinarse a través de un liderazgo). Para resolver cada una de estas fallas, se ha desarrollado toda una vasta literatura en economía. Los monopolios, por ejemplo, deben ser regulados, muchas veces a través de control de precios (solo los monopolios, no la generalidad de las industrias, como en Venezuela!); algunos bienes públicos por naturaleza, como la defensa, son producidos por el estado y no por el mercado, etc.
Ya desde antes de la demostración del teorema, con sus supuestos irreales, se habían notado fallas del mercado, y se habían propuesto soluciones, como las de Keynes, que proponía políticas fiscales y monetarias activas para solucionar fallas de coordinación (necesidad de planificación y acción desde el estado en estas materias para evitar ineficiencias solucionables). Pero fue la identificación de las fallas la que dio pie a una abundante literatura especializada que se propuso documentarlas, y proponer las correcciones respectivas, que garantizaban “equilibrios segundo mejores”, que son las asignaciones de recursos sociales que no son Pareto óptimas, pero son lo mejor posible, garantizadas con la intervención del estado en cada una de esas áreas. Podríamos llamar, de manera gruesa, a la intervención del estado en este sentido, “la tercera vía”.
Aunque todas son fallas inmensas, hay una que es muy especial: la falla política. Las asignaciones iniciales de riqueza, aún si todo lo demás funciona, están sujetas a la voluntad política que se imponga en esa sociedad. Con frecuencia se acepta la intervención del estado pero solo para corregir esta falla del mercado. El estado así interviene a través de las leyes de propiedad privada, de la policía, y de un sistema judicial que garantiza su implementación, que impiden su expropiación privada y minimizan la pública. Sin embargo, si se acepta que el estado, adicionalmente, tome las decisiones de manera democrática (un voto por persona, que implica igualdad política), lo que se observa es que se dan redistribuciones de riqueza que tienden a su igualación, sobre todo si la distribución de la riqueza es muy desigual. La igualdad de un voto por persona, tiende de esa manera, por la vía política, aunque no la logre del todo, ni mucho menos, a la igualdad económica. Y esa evidencia empírica, documentada por la común práctica de los impuestos progresivos, ha sido modelada mediante un teorema que así lo predice, siempre y cuando no haya distorsión mediática, de los intereses reales de cada quien, el teorema del votante mediano.
Revolución con mercado
Curiosamente, Arrow y Debreu también probaron el “segundo teorema del bienestar”, que dice que, si una asignación de recursos es Pareto-óptima, y se dan las condiciones del teorema de la mano invisible, entonces, con una redistribución de la propiedad inicial, podría implementarse esa asignación eficiente mediante el mecanismo de mercado (habría unos precios que, si dejas a las personas intercambiar entre sí, se logra el óptimo tenido como objetivo). El tema crucial aquí es que hay infinitas asignaciones Pareto-eficientes: una para cada distribución inicial de la riqueza, digamos. En la práctica, este teorema dice que si hay una revolución política que, por ejemplo, iguala toda la riqueza en la sociedad, y se deja trabajar al mercado luego de eso, entonces a lo que se llega es completamente eficiente, inmejorable, si el mercado realmente funciona. Este fundamento teórico es el que se ha usado para justificar las reformas agrarias en muchos países en que la distribución de la riqueza es muy desigual, en particular en el campo.
El Estado puro: el estalinismo y sus fallas
Pero si el estado es tan necesario, ¿no podría pensarse en que solo él asuma las funciones de producción y distribución de todos los bienes y servicios, y dejar el mercado, que tiene tantas fallas, de lado? Aunque muchos lo ignoran, esta propuesta tiene también su fundamento en un teorema matemático, el “teorema del planificador central benévolo”. La demostración es en realidad sencilla, y tiene que ver con la postulación y formulación de una “función de bienestar social”, con unas restricciones de recursos físicos, humanos, y de tecnología productiva. Esa función puede ser, por ejemplo, la suma de las preferencias de los individuos en el teorema de la mano invisible. El teorema dice que en estas circunstancias, hay un plan que se deriva de la solución de este problema matemático (maximizar una función objetivo dadas unas restricciones), que conduce a la sociedad a una asignación Pareto-óptima, de máxima eficiencia posible. Cada individuo en la sociedad tiene entonces que cumplir la función que le asigna el plan. Tanto para trabajar, como para consumir los bienes y servicios que se derivan del proceso productivo y distributivo prescrito en el plan. Nótese que se hace uso óptimo de los recursos disponibles. Por ejemplo, si una persona es buena dando clases en cierto lenguaje indígena, y disfruta del campo, será asignada por el plan a formar niños indígenas en Tucupita, aunque antes del plan viviera en Tucupido.
Las fallas del modelo tienen que ver también con las fallas del teorema, que son por lo menos dos. Uno, que el plan es imposible de realizar. Para ser posible, tendría que tomar en cuenta las preferencias de todos y cada uno de los pobladores, y tendría que tomar en cuenta absolutamente todos los recursos físicos y humanos disponibles, y la tecnología. Y esto para todos los períodos futuros con sus estados inciertos, pues lo que pasa antes, determina lo que pasa después: es un plan dinámico y contingente. El planificador, que es central para tomar en cuenta todas las sinergias implicadas en este complejísimo plan, tendría que ser omnisciente. Pero no solo en el conocimiento de lo descrito, sino también en su capacidad para calcular; para realizar la operación matemática que implica el proceso de maximización sujeta a restricciones, de tan altísima complejidad. Está claro que no es posible hacerlo hoy ni nunca: jamás existirán las computadoras que podrán hacer un cálculo de esta envergadura, por ejemplo. En otras palabras, el hombre jamás será omnipotente. En resumen, jamás será Dios.
Por si fuera poco, aún si tal plan existiera, está el segundo supuesto irreal: que cada persona realizará la parte que le corresponde para llevarlo a cabo. Y recalco que, para que se cumpla el plan, cada persona tendría que hacerlo en todas las épocas presentes y futuras. El problema aquí es que los objetivos de cada persona no están alineados con el de la sociedad como un todo, a pesar que que sus preferencias han sido tomados en cuenta de manera benévola en el plan general. Por ejemplo, un gerente de producción en una fábrica estatal de cemento puede decidir construir su propia casa de verano, fuera del plan, y usar parte del cemento de su fábrica para eso. A pesar de que el plan habría previsto la construcción de su propia casa de vivienda, y un plan vacacional para él y su familia. Por esa razón, la corrupción, tanto en falta de esfuerzo, como en desvío de productos, es característica de la puesta en práctica de este tipo de modelo. De ahí la necesidad de mecanismos de control, con control sucesivo de los controladores, con frecuencia secretos, como la KGB en la Unión Soviética. Por eso no funcionan los CLAP (que ni siquiera tiene un “buen” plan, como en el caso soviético): la gente implicada se tiende a robar las bolsas, y los controladores (con frecuencia militares) se llevan la mejor parte en este desvío del plan. Por eso el estalinismo nunca funcionó en ningún lado y nunca funcionará, mucho menos en Venezuela, donde fue implementado con errores adicionales que no detallaremos aquí (como falta en realidad de plan, aunque fuera muy imperfecto; parcialidad; clientelismo; grandes estímulos al arbitraje; captura de los buscadores de renta petrolera, entre ellos por el estamento militar y sus líderes corruptos, etc).
Hay una tercera falla del mecanismo puro del estado: el planificador central tiene en realidad infinita maneras de ser benévolo. Una de ellas es que tiene cero benevolencia con los demás ciudadanos, y toda la benevolencia para sí mismo (o para un grupo que lo rodea, sus partidarios, por ejemplo). Trataría a los demás solo como recursos productivos, como esclavos, para poder obtener los bienes y servicios que van a beneficiar a los privilegiados. Otra manera de ser benévolo es la igualitaria: todos los ciudadanos tienen la misma ponderación en la función de bienestar social. Y así sucesivamente. Es claro que si hay un mecanismo de decisión colectiva que sea democrático, este tema de distintas funciones de bienestar podría ser resuelto, en principio, y se daría el mismo resultado que el del teorema del votante mediano: tendería a haber una igualación de la ponderación de las preferencias de cada quien en la función de bienestar pública. Pero si no hay democracia en un régimen de este tipo, como ha sido en realidad usual en este tipo de régimen, que ha tratado de ser impuesto aún con sus grandes imperfecciones, entonces tenemos que se forma una especie de casta privilegiada, una “nomenclatura” política que disfruta de más privilegios en la función de bienestar social de tal sociedad. En todo caso, las dos primeras fallas son insalvables, como lo ha mostrado la práctica de los “comunismos realmente existentes”, empeorados por la tercera falla en presencia de falta de democracia real, más allá de lo nominal en algunos casos. Ha habido algunos intentos, de hecho, de solventar esta tercera falla con intentos de introducir democracia en el sistema, como en el caso de Cuba, en que ha habido votación en relación a los representantes locales, que se constituyen en congresos de niveles progresivos más altos, que son los órganos de estado (legislativos, por ejemplo, y nombran los órganos ejecutivos). Es como un intento de que los “soviets” sean democráticos, y que el sistema de soviets hacia arriba también lo sean. Pero aún si este tema fuera resuelto, permanecen las dos primeras fallas, que son insalvables, de nuevo.
La vía solidaria 1: justicia social
Como a estas alturas estará claro, la ideología política que usa el teorema del estado puro como sustento económico es el estalinismo, claro, así como la ideología política del mercado puro es el neoliberalismo. Ahora, en su forma mixta, así como vimos que el estado disminuye las fallas del mercado, este también disminuye las del primero: si el mercado está en vigor, no se necesita un planificador central, que haga tal todoabarcante plan, pues cada quien hace el suyo propio, que se agrega en un plan social implícito por la vía de la coordinación que hace el sistema de precios. Por otro lado, cada quien realiza su parte de ese “plan social” voluntariamente, pues el plan propio, sujeto a las restricciones que cada quien tiene (su presupuesto, limitado por los precios y por su riqueza inicial) lo ha hecho en libertad. Como habíamos dicho, pues la tercera vía, que es una combinación de los dos mecanismos, es útil porque aprovecha las dos cosas buenas de cada mecanismo, y a la vez permite la corrección mutua de los errores del mecanismo económico que en la práctica deviene en complementario, en función del máximo interés social, potenciando la libertad y la iniciativa personal, permitiendo el despliegue máximo posible de las potencialidades productivas y de la satisfacción de las preferencias de cada quien.
Pero habíamos dicho que la formulación de la tercera vía no incluye el asunto de la corrección por parte del estado de la falla política. Eso podemos considerarlo parte de la vía solidaria, de la cual es necesario hablar un poco más. Empezaremos diciendo que Robert Lucas, y Andrew Atkenson, dos economistas pro-mercado, probaron que el mecanismo de mercado puede en principio implicar la evolución hacia una distribución del ingreso muy desigual. Por ejemplo, si hay un agente con información privilegiada inicial, a pesar de que los demás tengan las mismas preferencias por el ocio, la misma habilidad, y riqueza inicial, los privilegiados iniciales terminan siendo sumamente ricos, y los demás sumamente pobres. O sea que los pobres no lo son porque son vagos (valoran mucho el ocio), porque son brutos, o porque empezaron pobres, en este ejemplo. Robert Lucas, por cierto, no puede ser acusado de izquierdista, como muchos sabrán (es tenido hoy por hoy como el adalid principal del neoliberalismo por muchos). Lo cierto es que en economía hay un asunto de justicia que puede producir conflictos políticos muy grandes con fuertes implicaciones en disminución de la eficiencia si no son resueltos satisfactoriamente por la sociedad.
De esto ha hablado con mucha profundidad el filósofo liberal John Rawls, quien ha iniciado toda una literatura especializada, que ha desembocado en políticas públicas que prescriben, en todo el mundo, la necesidad de igualar las oportunidades para todos los participantes en el proceso económico de la sociedad. Es claro que por lo dicho en materia teórica, y por la historia de los procesos político-sociales, hay un asunto aquí de contraste entre el esfuerzo individual, y el de las circunstancias en la determinación del destino socio-económico de cada quien. La izquierda, que por definición y por origen, tiende a beneficiar a quien está peor en la sociedad, ha privilegiado a las circunstancias como el determinante. La derecha, mientras tanto, que tiende a favorecer a quien está mejor, ha favorecido al esfuerzo individual. El punto de vista subjetivo, pues, en materia normativa, puede llevar a un impasse insalvable para una sociedad dada. Afortunadamente, el economista y filósofo John Roemer demostró que si hay un acuerdo sobre cuáles son las circunstancias relevantes (acceso a la educación, la salud, la información, el origen social, de clase, racial, etnográfico, de género, etc), hay una fórmula matemática que te dice exactamente cuál es la transferencia que debe hacerse desde los más favorecidos, a los menos favorecidos (por medio de un impuesto progresivo, por ejemplo), para que el esfuerzo es el que dicte la riqueza de cada quien Notar que algunas personas pueden preferir trabajar menos, y no por eso tienen un bienestar menor, pues la riqueza material no dicta el bienestar final, sino que es solo uno de sus componentes.
Aunque el acuerdo puede ser problemático en la práctica, es obvio que con una decisión social por la vía democrática, esta disyuntiva puede resolverse. Y lo que más o menos hemos visto en el desarrollo de la historia, con más o menos aceleración dependiendo de los lugares y los determinantes específicos en el contexto en que se mueven las sociedades.
La democracia es, pues, desde este punto de vista, la clave para dirimir los conflictos sociales generados por contradicciones extra-económicas que determinan el destino económico y social de las personas y las sociedades. Un ejemplo modelo de lo dicho hasta ahora son los países escandinavos, donde la redistribución de ingreso es muy elevada, llegando la tributación a veces hasta un 70% del PIB (mientras nuestro país la recaudación no petrolera es de 14%, y en Chile y Perú al rededor de 23%). Los otros mecanismos minimización de fallas del mercado de aplican, y el mecanismo de mercado funciona, con libertad para que cada quien tome sus decisiones de trabajo e inversión, todo lo cual resulta en un desempeño económico y social de los más altos el mundo. La redistribución no se hace por la vía de quitarle riqueza a unos y dárselas directamente a otros (solo se usa esto por una tributación sumamente progresiva), sino a través de la igualación de oportunidades: acceso a la educación y salud gratuitas, créditos a emprendedores situación económica desventajosa, etc.
Por lo dicho está claro que si consideramos al mundo mismo como una sociedad que necesita un modelo, el mercado solo no puede ser eficiente. Se necesita un estado regulador a ese nivel para controlar todas las fallas descritas. Entre ellas el control de la contaminación ambiental, que es una externalidad negativa que está a punto de ponernos en peligro como especie. Las crisis bancarias, que vienen de la falla de mercados de capitales, y la creación de dinero privado por los bancos, que tienen incentivos a prestarse a sí mismos generando las grandes crisis financieras mundiales. El de la defensa común, sin lo cual se dan las ineficiencias sustanciales de los grandes gastos militares entre países y grupos que buscan la supremacía política no democrática. Y el tema de la falta de justicia social a nivel mundial, con las graves desigualdades entre países, no compensadas adecuadamente por la falta de un mecanismo democrático a nivel mundial. La instauración de un estado fuerte a nivel mundial es de vida o muerte para la sociedad del mundo, como vemos, pues en su ausencia, han proliferado las guerras, la destrucción del ambiente, las desigualdades injustas, el hambre y las enfermedades prevenibles, y la ineficiencia en materia de seguridad social y ciudadana.
La vía solidaria 2: el comunismo utópico
Hay un tercer mecanismo puro que en principio puede resolver los problemas económicos de la sociedad: el amor verdadero. Sería parecido al del planificador benévolo. Pero descentralizado. El supuesto es que cada persona ama a las demás en un grado específico que implica armonía económica. Por ejemplo, cada quien ama a los demás como se ama a sí mismo. Es claro que cada miembro de la sociedad haría el mismo plan, pues la función de bienestar, que incluye el hecho de que cada quien tiene preferencias y habilidades diferentes y personalizadas, sería la misma para todos. El teorema se sigue: la asignación resultante es Pareto-eficiente. En este caso no habría la falla de implementación: cada quien quiere para los demás, lo que ellos quieren para sí mismos. Y viceversa: cada quien quiere para sí mismo lo que los demás quieren para él o ella, tanto en esfuerzo, como en disfrute. Por ejemplo, el gerente de la fábrica de cemento está contento con sus casa, y sus planes vacacionales, porque si se roba cemento, sabe que eso va a afectar negativamente a los demás, pues no habrá cemento suficiente para sus respectivas casas, y eso lo pone tan triste como si el robo se lo hicieran a él (ya que a ama a los demás como se ama a sí mismo). Así que no habría necesidad de controladores. Ni de policías, ni de jueces, abogados. Es el mundo del “hombre nuevo”, en que hay armonía completa entre altruistas, y ausencia de conflictos políticos o sociales, como los de celos, envidias, odios, etc. Notemos que no se necesita mercado, pues cada quien trabaja voluntariamente (en lo que disfruta más, por cierto, y en lo que es más hábil). Tampoco estado, pues no es necesario tomar decisiones desde arriba, impulsarlos desde arriba, controlarlos, imponerlos cuando hay desvíos, etc. Se trata del mundo ideal, en que cada quien hace lo que quiere: es el mundo de libertad y realización total, limitada solo por las restricciones de recursos sociales. Coincide con la teoría del anarquismo, como vemos. Pero anarquismo solidario, no egoísta (que genera lógicamente conflictos) ya que cada quien hace lo que quiere, pero el hacerlo beneficia a todos, además de a sí mismo.
Sus fallas y su vigencia
Pero la falla clara es que se necesita la omnisciencia y la omnipotencia de Dios en por lo menos uno (para hacer el plan, que los otros lo siguen, sabiendo que es el adecuado), y un grado de amor bastante grande en cada quien para que esto funcione. También falla cuando el grado de amor es positivo, pero no lo suficiente, por ejemplo cuando hay egoísmo craso (el bienestar de los demás no le importa en lo más mínimo, sino solo el propio).
Aquí no nos extenderemos en todo, pero esa falla podría disminuirse si en vez de tenerse un plan global, se tiene uno local, y el teorema se aplica a esa sociedad reducida. De hecho, una familia, o un monasterio armónicos funcionan hacia su interior como sociedades comunistas utópicas. Rige el principio “de cada quien según su capacidad; a cada quien según su necesidad”. Un bebé recibe lo que quiere, la leche materna, cuando la pide. La da la madre, que tiene la capacidad respectiva. La abuela es llevada al médico cuando se enferma. Se encarga el nieto de veinticinco años, que puede hacerlo. La adolescente recibe los pantalones de blue jean que pide, y se los compra la madre. Etc etc. No hay mercado, pues nadie cobra por los servicios o transferencias que hace a los demás. No hay estado, porque no hay un padre dictador que obliga a los niños a estudiar, ya que ellos lo hacen voluntariamente. No hay un problema con la propiedad de la sociedad, que es común.
Si hay egoísmo, o no hay el amor suficiente, sí que habrá conflictos, claro. El amor es un ingrediente esencial, sin el cual falla la eficiencia en la asignación de tareas y disfrutes, como vemos, además del conflicto político que se genera. Y esto requiere una suerte de estado a ese nivel: reglas respectivas en la repartición de tareas y de disfrutes de lo producido. Y un gobierno familiar que lo implemente: por eso hay priores en los monasterios, y se requiere acatamiento a la regla y obediencia al prior y a la regla para que la cosa fluya.
De hecho, este modelo ha estado tomando espacios en la economía, por sus ventajas. Por ejemplo en las empresas más productivas hoy por hoy, donde se da la alineación de intereses entre trabajadores y la empresa, y la planificación y gerencia participativas. Aunque hay muchas formas y grados en que esa alineación se da, la organización cooperativa es el paradigma. La alineación elimina la alienación entre trabajo y capital, y se elimina la lucha de clases al interior de las unidades productivas. Lo mismo en las comunidades políticas locales, donde se elimina la contradicción entre el representante y los gobernados, que asumen como suya la res pública comunitaria. Tiene ventajas que en otra ocasión detallaremos, entre ellas las condiciones para la formación endógena del altruismo entre los miembros, y de ahí un grado superior al éxito descrito, tanto en el mercado, en el primer caso, como en la gestión de auto-gobierno, como en el segundo.
La progresiva baja en el costo de comunicación, y su generalización, ha permitido una suerte de extensión espacial-cibernética de las comunidades humanas. De manera que sería adecuado pensar en la comunidad mundial, en cuyo ámbito pueden desarrollarse relaciones de tipo altruista para complementar las fallas del estado y el mercado. De hecho, un ámbito muy importante en que se ha estado generalizando el modelo altruista es en la producción y distribución solidaria de conocimiento, un bien público (que no produce bien ni el mercado, ni el estado, realmente). Como ejemplos tenemos el fenómeno del software libre, la información libre (redes sociales entre ellas, por la Internet y redes conexas), la ciencia y la tecnologías libres (como en la farmacología genérica). El secreto es que un bien público por naturaleza, como el conocimiento, puede ser usado por todos con solo un esfuerzo productivo. Mientras una guayaba, un bien privado, se acaba cuando alguien la consume. En este nuevo modelo, cada quien hace un solo esfuerzo productivo, y a cambio recibe millones de ellos, de manera mucho más eficiente que tener que hacer millones de esfuerzos para recibir millones de bienes privados. Si el conocimiento representa el valor de un 97% de cada bien, podemos tener una idea de lo que va a pasar en el futuro con este modo de producción como complemento, y hasta sustituto, de los mecanismos del estado y el mercado.
La vía solidaria 3: combinación de los tres modelos puros
En todo caso, por perfecta que sea la convivencia a al interior de una familia, convento, cooperativa, comunidad de software libre, etc, si la relación no se extiende a la sociedad por completo, el modelo de comunismo utópico no es eficiente considerado en sí mismo. Y se puede interpretar que convive complementariamente con los otros mecanismos a nivel más global: con el mercado y el estado.
Así, resumimos que la vía solidaria es una combinación virtuosa de estado, mercado y amor verdadero. Los ejemplos descritos del mecanismo del altruismo, pues, hay que verlos como complementos, y no sustitutos de los dos primeros. Por ejemplo, como hay mercados financieros incompletos, que no aseguran cabalmente contra el riesgo, las redes familiares y de amigos permiten ayudar a quien está coyunturalmente mal a partir de transferencias de quien está bien en el momento, pero que va a ser bien tratado si la incertidumbre o el ciclo de vida lo perjudica en otras circunstancias. El estado con frecuencia no completa cabalmente las fallas del mercado, por lo que los mecanismos solidarios surgen espontáneamente para cubrir los huecos remanentes. Otro ejemplo viene de la producción solidaria de ciertos bienes públicos, como la educación, la salud y la nutrición. Realizados con frecuencia por organizaciones religiosas, como en el caso emblemático de Fe y Alegría, en que se provee de educación, alimentación, salud, información mediática, principalmente a poblaciones pobres y excluidas. A un costo muy bajo, y con subsidios en la prestación del servicio por parte de los sacerdotes, monjas, basados con frecuencia en donaciones privadas y de comunidades eclesiales de más alto ingreso.
Sabemos que en estos ámbitos, tanto el mercado, como el estado, fallan para garantizar condiciones justas y apropiadas a este tipo de población. Y el hueco es llenado, por lo menos en parte, por organizaciones solidarias que no obedecen a las dinámicas ni del mercado, ni del estado, sino que son independientes, y complementarias, de nuevo, en las que el motivo del altruismo juega un papel fundamental. Nótese que solucionan también un problema político con la disminución de la conflictividad social, que permite un mejor desempeño económico de la sociedad como un todo, no solo de las personas beneficiadas. Y así muchas ONG, que funcionan a partir de aportes voluntarios para mejorar la democracia, la defensa de derechos humanos, las necesidades de alimentación, salud, recreación, etc, servicios todos que no son óptimamente provistos por los dos mecanismos tradicionales del mercado y el estado, en particular a nivel, donde no hay estado, básicamente, y el mercado funciona muy deficientemente, por lo cual las organizaciones solidarias independientes, como las ecológicas, de derechos humanos, informacionales, de conocimiento (como Wikipedia) y de software libre (Linux, Debian, Android), han proliferado para cubrir el gran hueco presente.
La concreción específica de la vía solidaria, que no es más que la composición complementaria de los tres mecanismos mencionados depende de las circunstancias histórico concretas, y lo político, la democracia, juega un rol fundamental en todo esto. En general, a pesar del caos reinante, veo fuerzas muy sólidas en desarrollo en el sentido positivo: la vía solidaria implica un proceso evolutivo hacia la abundancia, la armonía, la justicia social, y el desarrollo pleno de las fuerzas productivas, con control de los daños de la anarquía destructiva, como la relacionada con la destrucción de la naturaleza, y la pobreza, la exclusión y la desigualdad. Es un proceso que puede tomar tiempo y tiene desigualdades territoriales y funcionales en la composición de los tres modelos puros. Curiosamente, así como ha habido defensores de cada uno de los modelos puros descritos (tanto teóricos, como políticos, pues cada modelo tiene su fundamento teórico, y su ideología política), y de la combinación del mercado y del estado (la tercera vía que no incluye la justicia distributiva), la vía solidaria también tiene sus defensores teóricos, como nosotros, y sus líderes políticos. Es indudable que a nivel de liderazgo, el Papa Francisco, independientemente de su confesión religiosa específica, es un líder fundamental en este momento en favor de la vía solidaria. Otros líderes históricos lo han sido Ghandi, Martin Luther King y Mandela, entre otros.